Se trata de un trastorno que sufre, sin saberlo, al menos la
mitad de la población.
Cuando nos quedamos sin batería después de pasar todo el día fuera de casa, y
una sensación de ansiedad nos invade y nos hace desear intensamente el momento
en que volvamos a enchufar el teléfono móvil a la corriente, hablamos de un
caso claro de nomofobia. Si somos presas de la desesperación al darnos cuenta a
medio camino del trabajo de que hemos olvidado el móvil en el recibidor y de
que en el transcurso de esa escasa media hora han podido contactarnos un número
inconmensurable de personas, hablamos también de esta novedosa enfermedad,
hasta ahora no declarada.
La nomofobia es el miedo irracional a estar sin teléfono
móvil. El término
proviene del anglicismo “nomophobia” (“no-mobile-phone-phobia”).
La dependencia al dispositivo electrónico genera una infundada
sensación de incomunicación en el usuario cuando este no puede disponer de él,
bien porque lo haya dejado olvidado en casa, bien porque se haya agotado su
batería o esté fuera de cobertura.
A
pesar de contar con las vías ordinarias de comunicación, empezando por la de
personarse ante su interlocutor, el nomofóbico enloquece ante la imposibilidad
de contactar con cualquier persona en cualquier momento allí donde se
encuentre. No se aplica únicamente a los usuarios de smartphones, si bien es
cierto que los antiguos teléfonos móviles no generan en nosotros tanta adicción
al no ofrecer posibilidad de navegación, ya que se ha trasladado el grueso de
la actividad comunicativa de nuestros cercanos a la mensajería instantánea.
Según las estadísticas, los usuarios de smartphones consultan sus teléfonos
una media de 34 veces al día.
Los síntomas de este trastorno son sensación de ansiedad,
taquicardias, pensamientos obsesivos, dolor de cabeza y dolor de estómago. Según los expertos, el
nomofóbico suele ser una persona insegura y de baja autoestima. Las mujeres son
quienes más la padecen, dado que su estructura cerebral les procura una mayor
necesidad comunicativa y necesidad afectiva que a los varones. En cuanto a la
edad, la nomofobia suele darse en mayor medida en adolescentes.
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