Cada cultura posee una
manera particular de lamentar la muerte, conmemorar a sus muertos o disponer de
los cadáveres de sus seres queridos. Lo que un determinado grupo considera
normal, ante los ojos de otros puede resultar extraño, raro y hasta perturbador.
Innegablemente
para nuestras costumbres, algunas tradiciones funerarias de otros pueblos
podrán ser consideradas macabras. A continuación te presentamos una selección
de los más curiosos rituales de muerte conocidos,
algunos de ellos, practicados hasta hace poco o llevados a cabo en secreto.
1. Amputación ritual de
los dedos.
Como si
la muerte no fuera algo lo suficientemente traumático y emocional, el pueblo de los Dani de Papúa Occidental, en
Nueva Guinea encontró una forma de lograr que el episodio fuera recordado para
siempre.
Cuando
un hombre muere y deja atrás a su esposa o hijos, un sacerdote tiene la
encomienda de visitar a estos parientes con el objetivo de cortar alguno de sus dedos. Los dedos
prolijamente cortados son atados a un collar hecho de cabello humano
entrelazado y colocados alrededor del cuello del cadáver antes de ser
sepultado. El ritual se aplica
específicamente a mujeres y niños, como una forma de recordar y llorar
para siempre la pérdida del familiar.
Según
los antropólogos, esta práctica también tiene como objetivo alejar al espíritu del muerto que podría
“sentir saudade” por su familiares, importunándolos con su visita. Además,
llevándose una parte de ellos, el fantasma se sentiría tranquilo y no
intentaría hacer ningún mal a los vivos.
Resulta
especialmente aterradora la forma en que los dedos son cortados. Estos son atados con una cuerda hecha de cáñamo y apretados
hasta que la piel y el hueso se rompen. Peor aún es el hecho de que el
sacerdote toma la decisión, en base a la reacción de la persona, de cuántos
dedos deben ser amputados. Soportar con valentía el calvario resulta en apenas
un dedo mutilado, pero si alguien grita o se niega, puede que le amputen varios
dedos.
Dicho
ritual ha sido prohibido y detenido parcialmente en Nueva Guinea, pero aún
abundan las personas sin dedos en las regiones interiores del país, una muestra
de que la costumbre se sigue practicando.
2. Canibalismo Endógeno
Para
otras culturas, la mejor manera de honrar a sus muertos es llevando una parte
de estos. Y la forma más extrema de hacerlo, es comiéndolos. Dicha práctica es conocida como “endocanibalismo” y según reconocen los
antropólogos, se trataba de un ritual muy extendido en algunas culturas
consideradas primitivas. Según los investigadores, estos “festines de
cadáveres” eran llevados a cabo como una forma de establecer un vínculo
permanente entre los vivos y los muertos.
Se
trataba de una especie de catarsis colectiva de la tribu, una forma de expresar
su pavor y miedo asociado con la tragedia y el intento por sanar este dolor. En
un sentido ampliamente cultural, este ritual simboliza que la vida del individuo muerto continua fluyendo gracias
a sus compañeros, amigos y familiares. Algunos antropólogos sugieren que entre
los pueblos que practicaban el endocanibalismo, esto era visto como algo que
los muertos esperaban de los vivos – un gesto final de buena voluntad de la
tribu y la familia. Si bien el canibalismo ha sido un tema tabú en la mayoría
de las culturas, este ritual fue ampliamente extendido como una forma de
expresar respeto y voluntad de que los muertos estuvieran siempre presentes
entre los vivos.
Existe
una diferencia abismal entre este ritual y la práctica que algunos pueblos
tenían de comer a sus enemigos vencidos. Para el otro caso, devorar al enemigo
simbolizaba la apropiación de sus atributos, especialmente su fuerza y
”magia”. Mientras que con el endocanibalismo, la práctica era llevada a cabo
únicamente con los muertos, por lo general, familiares.
Durante
este ritual la tribu rezaba sobre el cadáver y lloraba lamentando su partida.
En medio de la ceremonia (ocurrida en un área comunal designada por la tribu)
un brujo cortaba las tiras de carne y las ofrecía a los presentes que tenían
algún tipo de relación con el fallecido. Los
restos del cuerpo eran incinerados después del ritual.
Aunque
el ritual ya no está generalizado, ya que los pueblos que tradicionalmente lo
hacían se adaptaron a las costumbres modernas, algunos rumores dicen que el endocanibalismo todavía se sigue practicando en
algunas partes de Melanesia, Papua Nueva Guinea y el pueblo Wari en la selva
amazónica de Brasil.
3. Tótems Mortuorios
Los Haida, un pueblo nativo de América del Norte,
solían construir tótems que celebraban los atributos de los animales y
elementos de la naturaleza. Estos enormes postes de madera eran meticulosamente
tallados en forma de rostros, pintados y decorados con símbolos y adornos
tribales.
En la
tradición de los Haida, los espíritus de
los muertos eran atraídos por estos tótems, y una vez que estos se
hacían presentes, un brujo sería capaz de acceder a los misterios del otro
mundo. Además de ser importantes en muchas ceremonias rituales, estos tótems
jugaban un papel vital en las ceremonias funerarias. Los miembros de la tribu eran enterrados en una fosa
común cavada a los pies del tótem. En ocasiones, las entrañas de los
muertos eran retiradas y colgadas de estos tótems como una manera de atraer a
los animales salvajes que tenían la función de avisar al mundo de los muertos
la llegada de un nuevo integrante.
Sin
embargo, cuando el jefe, un guerrero o un sacerdote morían, la ceremonia era
mucho más complicada. Los Haida creían que estas personas ilustres debían
unirse al tótem, casi convirtiéndose en parte de él. Para tal fin, la tribu llevaba el cadáver hasta el tótem, donde era
aplastado hasta ser convertido en una masa sanguinolenta por la
acción de amigos y parientes que utilizaban mazos ceremoniales. El objetivo de
este procedimiento era lograr que el cuerpo quedara lo suficientemente compacto
como para caber en una urna funeraria del tamaño aproximado de una maleta. Para
lograr que se acomodaran en este estrecho compartimiento, los huesos eran
cortados, partidos y pulverizados.
Finalizado
el sangriento trabajo, la urna era colocada en un nicho excavado en un lugar de
honor en la parte superior del tótem, desde donde deberían proteger a la tribu
por la eternidad.
Los
misioneros del siglo XVIII que descubrieron la costumbre de los Haida creían
que el procedimiento estaba reservado a sus enemigos. No resulta ser una
coincidencia que a causa de este “malentendido” cultural, la tribu fuera
calificada como una de las más violentas y atroces durante la conquista del
Oeste.
4. Entierros budistas en
el Tíbet.
Y, ¿por
qué comer los restos de una persona recientemente fallecida cuando les puedes
dejar este trabajo a los animales?
Así
piensan los budistas tibetanos que
practican un ritual de disección conocido como el “Entierro Celestial“. Siguiendo esta antigua costumbre religiosa,
un sacerdote es el responsable de desmembrar y cortar en trozos pequeños el
cuerpo del muerto utilizando para ello un hacha ceremonial. A continuación, los
pedazos son abandonados en lugares especiales para que sean encontrados por los
animales, especialmente las aves. En ciertas ocasiones los restos quedan
intactos – situación que no resulta un problema para las aves carroñeras, como
los buitres, que literalmente se dan un banquete con los muertos.
Aunque
esta práctica pueda parecer indigna y hasta repulsiva frente a las costumbres
occidentales modernas, el ritual tiene
mucho sentido desde el punto de vista de la filosofía budista. A los
budistas no les interesa celebrar o preservar a sus muertos, ellos consideran
al cuerpo como una cáscara vacía, cuya función ya no es necesaria. Y más
importante aún, el hecho de ofrecer los restos a otras formas de vida es una
manera de estar en contacto con un ciclo valioso de la naturaleza. De hecho, el
ritual opcional para los monjes se
considera un acto de caridad y compasión hacia los animales.
5. Rituales aborígenes.
Al
interior de Australia, los aborígenes continúan practicando sus costumbres de
la misma forma que hicieron sus antepasados.
Y
hablando de ritos funerarios, estas comunidades adoptaron una curiosa costumbre
en la que los miembros del muerto reciben “recuerdos” luego de finalizado el
funeral. Tras el deceso de algún miembro de la tribu, el cuerpo es colocado en
lo alto de una plataforma de madera, cubierto con hojas y ramas y dejado para
su descomposición – un proceso que puede llevar meses. Cuando el caso lo
amerita, el líquido que escurre del cadáver putrefacto es recogido en botes
especiales con el fin de que dicha sustancia sea untada en la piel de los
jóvenes bajo la creencia de que esto transmitirá las buenas cualidades del
muerto. Cuando el cuerpo está lo suficientemente descompuesto, los huesos son
retirados con mucho cuidado y pintados con la sabia de una raíz de color rojo.
Lo que resta se deposita en una cueva o en un tronco hueco.
La parte
curiosa de esto es que los huesos pintados
son repartidos entre los familiares y conocidos del difunto para ser utilizados
como adornos. Con esas piezas se confeccionan brazaletes, amuletos,
juguetes y collares que son usados con respeto y distinción. El principio
detrás de esta tradición es que las personas próximas al muerto tengan un
recuerdo muy cercano, algo que pueden portar todos los días y que recuerde al
fallecido siempre.
El periodo de luto de los aborígenes se extiende
durante un año, y durante este tiempo evitan mencionar el nombre del
muerto, pues mencionarlo en voz alta podría despertarlo e impedir que sus
bienes sean divididos. Aún existen una serie de prohibiciones que se deben
respetar en este período como una forma de mostrar respeto y tristeza.
Al final
de este periodo anual, los huesos son pulverizados y enterrados en pequeñas
urnas. Así termina el duelo y el tabú de decir el nombre en voz alta.
6. Sati
El Sati
(o Suti) es una costumbre que, afortunadamente, fue prohibida en la India, pero
que hasta la década de 1950 era practicada y considerada como algo normal,
honorable y decente por la sociedad de la región.
Mediante
esta terrible práctica, una viuda demostraba la devoción a su marido recién fallecido haciéndose inmolar en la propia
pira funeraria durante la cremación de este. Para acelerar el
proceso las mujeres utilizaban una mezcla de aceites vegetales en el que
empapaban sus vestimentas. Una mujer que intentaba el Sati, pero no moría en el
proceso, era considerada indigna del amor después de la muerte, lo que era
visto como un mal augurio o signo inequívoco de mala suerte. Por eso, cuando una mujer llevaba a cabo un Sati, trataba de
empaparse con una gran cantidad de combustible que la transformaba
en una verdadera antorcha humana.
Generalmente,
la costumbre se llevaba a cabo de forma voluntaria, pero en algunas ocasiones
las mujeres se veían forzadas por amigos y familiares del muerto a cometer el
Sati – se dice que en ocasiones eran arrastradas y arrojadas al fuego por la
fuerza.
Nadie
sabe con certeza cuando comenzó la práctica de este ritual. Algunos eruditos
suponen que fue introducido como una manera
de prevenir que las mujeres asesinaran a sus maridos ricos (generalmente
utilizando veneno) y luego casarse con sus amantes. Otra posibilidad es que
este ritual fuera visto como una forma de que el marido y la esposa murieran y
al mismo tiempo reencarnaran simultáneamente. Esto último derivado de la
creencia de que la pareja estaba obligada a reencontrase en su próxima vida,
perpetuando su amor.
Pero la
India no fue la primera cultura en adoptar una tradición semejante. Otras
sociedades antiguas practicaron modalidades parecidas al Sati, incluyendo a los
egipcios, griegos, godos y escitas.
7. El funeral del
Zoroastrismo
El
Zoroastrismo es una religión que surgió en Persia en el siglo VI y que se
extendió a varias partes del continente asiático, siendo practicada hasta
nuestros días, especialmente en la India.
Los
mandatos profesados por los zoroastrianos incluyen muchos tabúes y principios extremadamente intrincados. Una de
estas creencias es que los cadáveres son impuros y corrompen todo aquello con
lo que entran en contacto, ya sea ropa, personas, el agua y hasta el propio
suelo – incluso el mismo fuego que se utiliza para incinerar un cuerpo es
considerado corrupto. En virtud de esto, es bastante difícil disponer de los
cadáveres. Para tal fin, existen una serie de rituales que precisan ser
cuidadosamente observados.
El
funeral da inicio con el cadáver siendo
lavado en orina de toro (proceso realizado por un miembro de la
comunidad especialmente entrenado). Una vez “limpio”, el cuerpo es colocado en
una especie de altar de rocas iluminado por una hoguera para ser inspeccionado
por un “Saglid”. Se trata de un perro
que, según las creencias, es capaz de olfatear la presencia de espíritus
malvados que pudieran alojarse en los restos mortales. Este Saglid sería capaz
de detectar cualquier impureza presente, cuyo hecho positivo haría que el cuerpo
fuera lavado nuevamente hasta ser purificado. El perro es requerido como mínimo
cinco veces durante tres días. Sólo después de este proceso, el cadáver puede
ser llevado (a la luz del sol) hacia un edificio funerario.
Se trata
del dakhma, o Torre del silencio,
edificaciones construidas en partes distantes de la ciudad por razones
obvias. Una Torre del silencio es un lugar
considerado sagrado cuyas puertas solo pueden ser abiertas durante el día
y a donde solo unas pocas personas pueden entrar. En la parte superior de estos
edificios hay tres círculos concéntricos donde se pueden distinguir los
espacios para las mujeres, los hombres y los niños. Los cuerpos son colocados
en el círculo correcto (utilizando pinzas a fin de evitar cualquier contacto) y
dejados allí expuestos a la acción de la naturaleza. No se demora mucho para
que el olor atraiga a los buitres, que desgarran y se alimentan del cadáver en
un verdadero festín. La constante exposición a la luz solar hace que los huesos
se sequen y la lluvia lava cualquier resto de carne – en un proceso que se
puede extender por semanas. Una vez limpios, estos huesos son recogidos y
almacenados en una cueva debajo de la torre, el osario, donde se conservan de
forma indeterminada.
Según el
zoroastrismo, las almas de los difuntos
sólo alcanzan el otro mundo cuando se cumplan todos estos rituales, sólo
hasta entonces pueden aparecer frente a sus deidades para ser juzgados. Durante
la ocupación británica de la India entre los siglos XVIII y XX, se dieron
intentos de prohibir esta práctica – por considerarla, entre otras cosas, un
problema de salud pública. Los intentos desencadenaron en una revuelta popular.
Las
Torres del Silencio todavía existen hoy en día y al interior son practicados
los mismos rituales.
8. Funeral Vikingo
Seguramente
has escuchado hablar del antiguo funeral vikingo que consistía en envolver el
cuerpo de un guerrero especialmente exitoso en una pequeña embarcación,
rodearlo con sus tesoros y en seguida incendiarlo.
Sin
embargo, existen diversas versiones de este ritual que originalmente era
bastante complejo. Según los apuntes históricos escritos por el embajador Ahmad ibn Fadlan, que vivió entre el pueblo de
Rus en la actual Bulgaria durante el siglo X, la muerte de un jefe tribal
implicaba elementos excepcionalmente brutales. Fadlan habría atestiguado, para
su asombro y admiración, al menos dos ocasiones este ritual.
Una vez
que se confirmaba la muerte de un jefe, su cuerpo
era colocado durante un plazo mínimo de diez días en un pozo. Mientras
tanto, se le confeccionaban nuevas ropas y los hombres bebían y contaban
historias recordando sus hazañas. Además de beber como si no hubiera mañana,
muchos de ellos luchaban y se herían de seriedad. Durante este período de
duelo, se elegía a una joven esclava (o voluntaria) para formar parte del
ritual. La joven era custodiada día y noche para que no escapara y recibía
grandes cantidades de bebida embriagante. El día en que la ceremonia de
cremación estaba pactada, esta joven corría
por toda la aldea con el fin de tener relaciones sexuales con cada uno de los
amigos o compañeros de armas del hombre fallecido. Cuando los
hombres terminaban con la joven (en términos modernos: cuando terminaban de
violarla), debían decir la siguiente frase: “Ve
y dile a tu amo lo que hice para demostrar mi amor a él.”
Luego de
esto, la desgraciada mujer era llevada a una tienda de campaña donde era estrangulada y finalmente asesinada a puñaladas por
la matriarca de la aldea. Su cuerpo era lavado y envuelto en un sudario blanco
inmaculado. Entonces, el cadáver era puesto al lado del cuerpo del jefe tribal
a bordo de un barco de madera que era incendiado en el medio de un lago o río.
Según
los estudiosos, la costumbre, difundida por los Rus (descendientes directos de
los Vikingos) tenía como objetivo mitigar la tristeza por la muerte del líder y
transferirle al más allá, la fuerza transformadora de la vida. Según la
creencia de los Rus, la joven sacrificada serviría al muerto eternamente.
marcianosmx.com
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