El
incremento de este gas coincide con los orígenes de la célula moderna y de los
animales.
Los
grandes incrementos de complejidad en la evolución de la vida en la Tierra
están íntimamente asociados al aumento del nivel de oxígeno en los océanos y la
atmósfera. Los últimos datos confirman un ‘gran evento de oxidación’ hace 2.000
millones de años, hacia la mitad de la historia de la vida en el planeta,
asociado al origen de las células modernas, o eucariotas: las células de las
que estamos hechos todos los organismos mayores que una bacteria. Otro
incremento del nivel de oxígeno tuvo lugar hace 600 millones de años,
coincidiendo con el origen de los animales. Al oxígeno nos debemos.
Pero el
oxígeno también se debe a nosotros, en un sentido biológico más profundo. Hoy
se considera demostrado que los primeros seres vivos del planeta fueron
bacterias (y arqueas, similares a las bacterias) anaeróbicas, es decir, que
viven en ausencia de oxígeno. Y que precisamente fue la actividad de algunas de
ellas las que fueron incrementando los niveles de oxígeno en la atmósfera
pretérita. Las bacterias fotosintéticas, que obtienen su energía directamente
de la luz del Sol y producen oxígeno como un material de desecho, son
antiquísimos pobladores de la Tierra, según las evidencias paleontológicas y
genéticas.
“El rápido
incremento del dióxido de carbono en la atmósfera actual es fuente de gran
preocupación”, escriben en Nature Timothy Lyons y sus colegas de
la Universidad de California en Riverside, Yale en New Haven y
el Instituto Tecnológico de Georgia. “Pero en la atmósfera de hace 2.500
millones de años, el interés se centraba en un gas muy diferente, el oxígeno
liberado a la atmósfera por la actividad biológica primitiva”.
La vida surgió y evolucionó en nuestro planeta en ausencia de oxígeno, y fue ella quien creó nuestra atmósfera actualLa Tierra nació hace 4.500 millones de años, junto al resto del Sistema Solar; las evidencias fósiles de las bacterias más antiguas datan de hace 3.500 millones de años; y el primer incremento significativo de oxígeno –el ‘gran evento de oxidación’— solo ocurrió mucho después, hace 2.000 millones de años. En geología, un ‘evento’ puede durar millones de años, y solo es brusco en comparación con las parsimoniosas cadencias habituales en esta disciplina.
Una
tradición que debe tanto al pensamiento antropocéntrico como a las películas de
astronautas ha consagrado culturalmente al oxígeno como condición esencial de
la vida. No lo es. El oxígeno da cuenta del 21% de la atmósfera actual, y
ciertamente es esencial para la vida humana; pero sus niveles durante la
primera mitad de la historia del planeta no superaron el 0,001% (una
cienmilésima) de la concentración actual. Redondeando un poco, la vida surgió y
evolucionó en nuestro planeta en ausencia de oxígeno. Y fue ella quien creó
nuestra atmósfera actual.
La
relación entre el ‘gran evento de oxidación’ y el origen de las células
modernas es una propuesta de la fallecida Lynn Margulis y otros investigadores.
No en vano fue la propia Margulis quien propuso, en los años sesenta, que las
mitocondrias de nuestras células proceden de antiguas bacteria de vida libre.
Estos
orgánulos (pequeños órganos) son quienes gestionan el oxígeno en nuestro
cerebro y en el resto de nuestro cuerpo. Margulis pensaba que el incremento de
oxígeno hace 2.000 millones de años fue precisamente lo que llevó a otras
células a ‘engullir’ a aquella primitiva bacteria comedora de oxígeno, dando
lugar a la célula moderna. Tal vez tuviera razón.
JAVIER SAMPEDRO
elpais.com
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