En las
últimas décadas hemos sido testigo de la extinción de demasiadas especies,
muchas de las cuales desaparecieron por causas naturales, mientras que otras
tantas, lo hicieron a causa de la actividad del hombre. Para contrarrestar esta
situación, se han llevado a cabo
diferentes programas proteccionistas que buscan preservar a las
especies más vulnerables, mucho de los cuales han tenido relativos buenos
resultados.
Pero la clave en el camino hacia la recuperación de las especies
puede que esté en la ciencia, la cual dio un paso agigantado que podría cambiar
la situación de manera drástica con el Proyecto
Lázaro, el cual pudo crear
embriones de la rana de incubación gástrica, una especie de la que ya no quedan
más ejemplares vivos.
De esta manera, lo que
hasta hace algunos años era materia de películas de ciencia ficción hoy se
integra al debate científico y nos permite preguntarnos: ¿podremos ver a los
dinosaurios caminar por fuera de la pantalla del cine?
Este
proyecto no es el único en marcha: la idea de volver a darle vida a los
animales que hace tiempo abandonaron la Tierra está presente en la comunidad
científica como una meta esperada y próxima a ser alcanzada. Pero, tal avance
no vino solo: tras su paso, las posturas encontradas se hacen oír, entre ellas
la que sostiene que, de lograrse este increíble objetivo, se podrían causar
daños inesperados en el ecosistema actual.
La
tecnología aplicada a regenerar especies
Investigadores australianos llevaron a cabo el ya mencionado
Proyecto Lázaro, que consistió en implantar el ADN de la rana de
incubación gástrica (Rheobatrachus silus), resguardado a muy bajas
temperaturas, en los huevos de la rana
Gran Barrada(Mixophyes
fasciolatus), que posee una anatomía muy similar a la extinta.
Pasados algunos días, los embriones no lograron sobrevivir, pero se comprobó
que poseían el material genético de las ranas extintas.
La rana
de incubación gástrica fue un animal para nada convencional. Su particularidad
radicaba en el modo en que se reproducía: la madre deglutía los huevos
previamente fertilizados por el macho y los albergaba en su estómago hasta que,
luego de seis semanas, nacían de su boca las crías.
Hace 30 años que, como el Dodo y el tigre de Tasmania, esta rana ya no
pisa más la tierra, pero esto no tiene por qué ser algo permanente. En este
sentido, el líder del Proyecto
Lázaro, Mike Archer, declaró que “se podría superar esa idea de que la
extinción es para siempre”.
Los
miembros del proyecto tienen esperanzas de que este método pueda aplicarse a
otras especies. El favorito para seguir experimentando es el tigre de Tasmania,
que se extinguió en 1936 a causa de la caza intensiva.
Por su
parte, el científico Stewart Brand, en una conferencia TED deslumbró
a la audiencia al enumerar la cantidad de proyectos que hoy en día se están
llevando a cabo para regenerar especies. Él se encuentra particularmente
interesado en la paloma migratoria, una especie que se extinguió hace más de
100 años que, de ser el ave más abundante del cielo de los Estados Unidos, pasó
a desaparecer por completo a causa de su caza indiscriminada. Según Brand, a
partir del ADN antiguo que se extrajo de la almohadilla del dedo de la paloma y
tras combinarlo con el genoma de su pariente vivo más cercano, la paloma de
collar, se podría restablecer esta especie desaparecida hace tantos años.
Lo mismo
podría suceder con el Uro, el ancestro del ganado doméstico, ya que se
considera que su genoma está vivo pero distribuido de forma errática en
diferentes razas de ganado. Los investigadores trabajan con una especie llamada
Maremmana primitiva para reconstruir, luego de un trabajo de cría selectiva, al
Uro.
Otro caso
es el del Bucardo, una subespecie de cabra montés extinta hace alrededor de
diez años producto, una vez más, de la caza excesiva. El último bucardo fue una
hembra llamada Celia a la que, luego de ser capturada, se le extrajo ADN de su
oreja que fue implantado como un óvulo clonado en una cabra. El resultado fue
fascinante, tras completarse el desarrollo del embrión nació un bebé bucardo
vivo de una cabra. Luego de unos días, el bebé bucardo falleció por problemas
respiratorios.
La
ciencia busca alternativas para compensar los daños que el hombre causó en el
ecosistema, pero parece inevitable pensar si llegará el turno de los
dinosaurios.
Posturas
encontradas
Lo que
motiva a los científicos no tiene que ver con la posibilidad espectacular de
recrear, a modo Jurassic Park, un pasado lejano sino, más bien, utilizar la
tecnología para afrontar la crisis en la que está inserta la biodiversidad.
Stewart Brand cree que el hombre tiene la obligación moral de reparar los daños
que causó en el medio ambiente. Así, estas prácticas serían un modo de enmendar
lo destruido.
Por otro
lado, Hank Greely, el director del Centro para la Ley y la Biociencia
de la Universidad de Stanford, mira con otros ojos estos avances. Greely cree
que reintroducir especies extintas podría ser una amenaza grave para el
ecosistema. Los animales que vivieron hace tanto tiempo en la tierra no
tendrían por qué actuar de la misma forma que lo hacían hace décadas. Por eso,
Greely argumenta que “El lugar en el que [las especies extintas] estuvieron es
muy diferente al de ahora. Ellas podrían volverse una peste en el nuevo
ambiente”.
Seguramente,
será necesario implementar una legislación que regule estas prácticas para que
no se vuelvan contraproducentes y, así, podamos volver a disfrutar de esas
especies a las que condenamos a la desaparición.
¿Crees
que se debería volver a la vida a los animales extintos? ¿Cuál debería ser el
primero?
animalplanet.tudiscovery.com
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